El Periódico - Castellano

Lawrence del agua

Jordi Boada busca desiertos submarinos y avisa de que este fenómeno también afecta a zonas paradisiac­as como las Medes

- C. M. D. BLANES

«Para los peces, un erizo es como un suculento plato de pasta cuando todo lo demás es lechuga»

El erizo. El maldito erizo. Jordi Boada se sumerge cuatro metros y saca a la superficie un ejemplar inmenso, de los que no caben en la mano. «Este debe tener unos 10 años». Lleva una década comiendo algas, moviéndose con su armadura de pinchos y sorteando depredador­es, asido a la roca y minando los bosques submarinos. Pero ojo, tampoco hay que odiar a estos animales, porque forman parte de la cadena trófica y son necesarios en su justa medida. Para que se entienda, es lo que Mufasa le cuenta al pequeño Simba en El rey león sobre el ciclo de la vida: en el equilibrio está la superviven­cia del medio. También de los océanos.

La salida acuática para entender el fenómeno de la desertizac­ión de los fondos marinos se realiza en Blanes la mañana del 12 de junio. Día soleado, con el dichoso viento de garbí asomando, como de costumbre, a partir del mediodía, pero con buena visibilida­d. Antes de lanzarse al agua, y para tener algo de contexto, Jordi, investigad­or posdoctora­l de la Universita­t de Barcelona y el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB), dependient­e del CSIC, echa a volar el dron. Desde una altura de 150 metros, envía imágenes muy nícosta tidas del espigón, una hilera pelada de roca natural. Luego lanza el pequeño submarino, cedido por National Geographic, que proporcion­a una visión directa de la situación. Ambos chismes se usan en las expedicion­es para economizar tiempo, para saber dónde debe realizarse la inmersión. En definitiva, para detectar antes y no meterse a ciegas en un mar de dudas.

El tercer paso es enfundarse el neopreno, los patos y las gafas para contemplar la desdicha en primera persona. Y ahí están los erizos, que resulta que suelen moverse durante la noche y aguardar y parapetars­e durante el día, para según avanzan, ir consumiend­o hierba submarina. Y cuantas más larvas de erizo llegan a la costa, mayor es su comunidad; y cuanto menos depredador­es tengan que afrontar, cuantos menos peces queden para diezmar su ejército, más fuerte resulta su presencia y su daño involuntar­io al litoral. Ahí es donde el sargo, un clásico de la

mediterrán­eo podría ejercer su papel de azote de los erizos. Pero sus tropas, diezmadas por la sobrepesca, son incapaces de romper el frente de pinchos. El añorado sargo El espigón de la punta de Santa Anna, que sirve de escudo para el puerto de Blanes, está prácticame­nte pelado, plagado de erizos y con muy pocos peces. Ahí es donde reside ese ejemplar de 10 años. «Cuando el sargo está bien, cuando la pesca permite que se desarrolle, entonces en principio todo está correcto. Pero no es el caso». Cuenta Boada, una suerte de Lawrence de Arabia en versión mediterrán­ea, que hay lugares en Catalunya en los un no esperaría encontrar jamás un desierto marino, como las islas Medes, uno de los destinos turísticos más importante­s de la Costa Brava y meca de submarinis­tas. También ahí se han hallado páramos submarinos infestados de erizos. Podría pensarse que este animal acorazado no es un manjar apetecible. Falso: «Para los peces, un erizo es como un plato de pasta cuando

todo lo demás es lechuga». La sensación en Catalunya, cuenta este experto, es que los desiertos submarinos están creciendo. Y no parece que nadie, o casi nadie, se esté ocupando de ello.

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►► Investigad­or 8Jordi Boada recoge el dron submarino, en la costa de Blanes, el 12 de junio.

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